20 de junio de 2015

Publicar: vender o ser escuchado



Está de moda anunciarse en público. De eso es la prueba continua la explosión de actividad en las conocidas como “redes sociales” donde, curiosamente, expertos analistas del fenómeno comunicativo como Umberto Eco hablan de la presencia de ingentes cantidades de basura, algo que no es nuevo y ya venimos descubriendo. Que haya basura es culpa de todos, de todos los que alguna vez hemos subido a la nube informática cualquier comentario o imagen con el propósito de hacerlo público o extenderlo a los “amigos” por bueno y genial que nos parezca.
En Internet está todo el saber, pero también todo su contrario, y esta es la tragedia       -decía Eco recientemente-: “Internet es una cosa y su contraria. Podría remediar la soledad de muchos, pero resulta que la ha multiplicado; Internet ha permitido a muchos trabajar desde casa, y eso ha aumentado su aislamiento. Y genera sus propios remedios para eliminar ese aislamiento, Twitter, Facebook, que acaban incrementándola porque relaciona con figuras muchas veces fantasmagóricas, porque uno cree estar en contacto con una bellísima muchacha que en realidad resulta ser un mariscal de la Guardia Civil…
En este tiempo del “no papel” a veces se escuchan buenas noticias relacionadas con los libros. Un amigo me remitía hace unos días una nota en la que me felicitaba por las ventas de mi último libro: “Excursiones a ventanas naturales de EuskalHerria”. Un diario de gran lectura en Gipuzkoa había expresado que este libro era el séptimo más vendido entre las obras de “no ficción” en base a un recuento de ventas en grandes superficies y librerías destacadas del territorio.

Me alegré de saberlo, a pesar de que el editor había advertido que no es estaba vendiendo mucho. Pero, más que por vender, por el hecho de que el círculo se vaya cerrando, de conocer que alguien escucha lo que cuentas y que tu trabajo parece ser útil además de darte de comer (aunque poco). Hay veces que los libros impresos se quedan en las cajas y terminan reciclándose en los montones de papel. Pero lo mejor que les puede pasar es que se agoten antes de lo previsto. Todavía eso no me ha sucedido nunca.



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