5 de octubre de 2017

Castros, fortificaciones y escenarios de guerra

Caminando sobre las huellas de la historia
(De la introducción al libro "Excursiones a castros, fortificaciones y escenarios de guerra")


Viajamos frecuentemente con prisa y nos limitamos a reconocer en el horizonte, acaso recortando su silueta sobre una colina o una montaña, una ruina, tal vez lo que nos parece un castillo, acaso un torreón que casi nunca identificamos. De esos vestigios en piedra ordenada, de muros que se convirtieron en atalaya, de defensas, apenas elevadas sobre el suelo de tan arruinadas, está la geografía vasca repleta.
Curiosamente, muchas de esas primeras localizaciones que ahora reconocemos como defensivas no fueron mucho más que las primeras organizaciones del hábitat de los vascos, los primeros poblados, los que podemos casi llamar primeros pueblos de nuestros antepasados.
Construidos en los tránsitos de hace casi dos milenios, entre la Edad del Hierro y las primeras incursiones de la cultura de Roma por nuestra geografía, aquellos “castros” se están sacando constantemente del silencio. Sucede por toda Euskal Herria, mientras los arqueólogos intentan desentrañar algunas de esas páginas menos conocidas de nuestro tiempo pasado para saber cómo aquellos vivieron y cómo recorrieron el territorio.

Muchas montañas, tantas colinas como busquemos, están surcadas por muros camuflados, por trincheras que dibujan el relieve insospechadamente. Y debajo de cada una de esas huellas, que en algún momento de vida insegura e incertidumbres las gentes grabaron sobre el terreno, están sepultados muchos episodios bélicos, también en ocasiones mucha sangre derramada. Es ahí donde el paisaje oculta el pasado pero donde vamos a encontrar valiosos pedazos de memoria que parecen esperarnos para relatar a fondo algunos sucesos vividos sobre la corteza de nuestro territorio y para enseñarnos al mismo tiempo lecciones para un futuro en el que la guerra, que siempre parece tan próxima, nunca debiera repetirse.

De nuevo hemos buscado un pretexto cultural para echarnos al campo en busca de naturaleza con historia y memoria. Los caminos que llevan a estos destinos singulares nos llevarán a descubrir excepcionales atalayas por toda la geografía de Euskal Herria a las que se asomaron habitantes muy antiguos, vigilantes y soldados defendiendo fronteras o simples poderes territoriales.




2 de octubre de 2017

REEDITADO




No, no voy a hacer dinero. Esta vez tampoco. Publicando libros de Euskal Herria no se hace dinero. Ni siquiera cuando uno de esos títulos que firmo como autor anuncia su segunda o su tercera edición. Pero esa sí es una buena noticia, más que por la economía, porque la respuesta pública indica que algo habremos hecho bien. En esa lista de reediciones están dos trabajos aún jóvenes: “Rutas por los bosques más bellos” y “Excursiones a nacederos ” y, a decir verdad, no se realizaron sin esfuerzo. Hubo mucho trabajo de gabinete para investigar e indagar sobre aspectos que no estaban publicados, mucho trabajo de campo a lo largo de todas las estaciones del año para tener un completo abanico visual. También hay innovaciones y desmentidos sobre tópicos geográficos o descubrimiento de escenarios inéditos en la bibliografía al uso. No lo voy a negar, también he aprendido, disfrutado, y descubierto aspectos de mi país que no conocía en este recorrido. 
Acostumbro a decir que sólo trabajo en lo que me permite ser un poco más feliz. Lo fui en busca de las aguas recién nacidas y caminando bosques recónditos, fotografiando manantiales, primaveras y otoños, incluso crudos inviernos. Aguas y bosque, bosques y agua se detuvieron en fotos y palabras. Reeditados.